Cuando Cristo se dispone a “dejar” esta tierra para ocupar Su lugar que es a la Derecha del Padre, nota el desconcierto y tristeza en sus discípulos. Ellos se sienten quizá desprotegidos. Todos esos años no hacían otra cosa que seguirlo, Él marcaba el rumbo, la dirección de a dónde debían dirigirse. ¿Y entonces ahora qué harían? ¿A dónde irían? ¿Qué deberían predicar?
Conociendo sus corazones y el temor que había en ellos, les promete no dejarlos solos, les promete el envío del Espíritu Santo: “Él les enseñará todo…”