Carta de Juan Pablo I a Charles Dickens

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  A Christmas Carol

Una reflexión acerca de la navidad por Albino Luciani, quien llegaría a ser el Papa Juan Pablo I.

Querido Dickens:

albino luciani juan pablo iSoy un obispo que se ha impuesto la extraña tarea de escribir todos los meses, para El Mensajero de San Antonio, una carta a algún ilustre personaje.

A poco tiempo de la Navidad, no sabía realmente a quién elegir. Cuando he aquí que encuentro en un periódico el anuncio de tus cinco famosos Libros navideños. En seguida me dije: los leí de muchacho, me gustaron infinitamente porque estaban transidos de un gran sentido de amor a los pobres y de regeneración social, con calor de fantasía y de humanidad; le voy a escribir a él. Y aquí me tienes dispuesto a distraer tu atención.

* * *

Acabo de recordar tu amor a los pobres. Lo has sentido y expresado maravillosamente, porque de niño viviste entre los pobres.

A los diez años, con papá en la cárcel por deudas, y para ayudar a mamá y a los hermanos, fuiste a trabajar a una fábrica de barnices. De la mañana a la noche tus manecitas embalaban cajas de betún bajo la mirada de un patrón que no conocía la piedad; por la noche tenías que dormir en un desván; el domingo, para acompañar a papá, lo pasabas con toda la familia en la cárcel, en la que tus ojos infantiles se abrían asombrados, conmovidos y atentísimos, sobre decenas y decenas de casos que movían a compasión.

 

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Por esto, todas tus novelas están pobladas de pobre gente que vive en una miseria impresionante: mujeres y niños enrolados en fábricas y almacenes indiscriminadamente, incluso antes de los siete años; ningún sindicato que los defienda; ninguna protección contra la enfermedad o la desgracia; salarios de hambre; trabajo que se prolonga hasta quince horas diarias, que, con desoladora monotonía, encadena a fragilísimas criaturas a la máquina potente y ruidosa, al ambiente física y moralmente malsano, e impulsa con frecuencia a buscar el olvido en el alcohol o a probar de evadirse mediante la prostitución.

Son los oprimidos: para ellos reservas toda tu simpatía. Enfrente están los opresores, que tú estigmatizas con pluma manejada por el genio de la cólera y de la ironía, capaz de esculpir casi en bronce figuras de máscara.

* * *

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Una de estas figuras es el usurero Scrooge, protagonista de tu Canción de Navidad en prosa.

Dos señores —que llegan a su estudio cuaderno y pluma en ristre— le interpelan:

—Es Navidad, millares de personas carecen de lo necesario, señor.

Respuesta de Scrooge:

—¿Es que no hay prisiones? ¿No funcionan ya los hospicios?

—Ciertamente que existen y funcionan, pero pueden hacer muy poco para alegrar los espíritus y los cuerpos en Navidad. Hemos pensado recoger fondos para entregar a los pobres alimentos, bebida y combustible. ¿Con qué cifra puedo inscribirle?

—Con ninguna. Quiero que me dejen en paz. Yo no festejo la Navidad y no me voy a permitir el lujo de hacerla festejar a los holgazanes. Pagando el impuesto de pobres, doy mi ayuda a las cárceles, a las instituciones de mendicidad; el que esté en la miseria, que se dirija a ellas.

—Muchos no pueden ir, y muchos otros preferirían morir antes que hacerlo.

—Si prefieren morir será mejor que lo hagan pronto para disminuir el exceso de población. Y además, ustedes perdonen, estas cosas no me interesan.

Así habéis descrito al usurero Scrooge: preocupado sólo por el dinero y los negocios. Pero cuando habla de negocios al espectro de su «espíritu gemelo», el difunto socio usurero Marley, éste se lamenta dolorosamente: «¡Los negocios! Tener compasión tendría que haber sido mi negocio: caridad, clemencia y benevolencia, todo esto tendría que haber sido mi negocio. ¿Por qué he andado entre la muchedumbre de mis semejantes con los ojos clavados en tierra, sin levantarlos nunca hacia aquella estrella bendita que condujo a los magos a una choza? ¿Acaso no había otras pobres casas hacía las cuales su luz habría podido guiarme?»

[...]

Fuente:

Ilustrísimos Señores. Albino Luciani. Biblioteca de Autores Cristianos. 2012.