Lo que más deseo…

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Llegando la víspera de Año Nuevo, un hombre decidió preguntar a las personas en su camino acerca de sus deseos para el año venidero…

Estaba por comenzar un nuevo año, lo cual significaba que las personas se encontraban muy atareadas preparando todo para asegurarse que sus deseos se cumplieran en esta nueva temporada. Desde hacer listas de propósitos hasta preparar ciertos rituales tradicionales para tener salud y fortuna, todos corrían de un lado a otro esperando que no se les olvidara nada.

Viendo a todos envueltos en su preocupación, un hombre decidió investigar qué era lo que más querían tener estas personas. Así que, para averiguarlo, decidió ir con un estudiante universitario, un joven entendido con un gran futuro por delante. Cuando lo encontró, le hizo una simple pregunta: “¿Qué es lo que más deseas en esta vida?”.

El joven no se tomó a la ligera este cuestionamiento, así que se tomó su tiempo para contestarlo adecuadamente. Tras mucho meditarlo, finalmente le dijo al hombre: “Lo que más deseo en esta vida son libros, salud y silencio para estudiar”.

A pesar de lo sensato de la respuesta, el hombre no quedó satisfecho. Por ello decidió que haría la misma pregunta a toda persona que se encontrara por el camino. Al primero que encontró era un reconocido banquero, que lo único que quería era “dinero, ganancias en mis inversiones”. Luego tropezó con un pordiosero, cuyo deseo era “pan, cualquier cosa para apagar mi hambre”. A este encuentro le siguió uno con un par de borrachos. Uno de ellos quería poder seguir bebiendo sin parar mientras que el otro quería dejar atrás su adicción.

Así, el hombre fue recorriendo las calles, encontrándose con todo tipo de personas dispuestas a celebrar la llegada del nuevo año. Algunos querían volverse millonarios, otros solo querían bajar de peso, unos más soñaban con alcanzar la fama, otros deseaban conseguir la casa de sus sueños, algunos se proponían crear buenos hábitos, mientras que otros pensaban en cómo dejar sus malos hábitos. Todas las personas con las que el hombre se encontró deseaban algo, sin embargo, ninguna de sus respuestas le daba satisfacción.

Estaba por acabar el día y las calles se iban vaciando mientras las personas entraban a sus hogares para celebrar la temporada con una espléndida cena de fin de año. Entonces, el hombre se encontró con un anciano, que al igual que otros tantos se había vuelto a conseguir algún ingrediente que habían olvidado para la importante cena.

A pesar de sus años, el anciano siempre encontraba la oportunidad de hacer el bien, ya fuese dándole indicaciones a una pareja perdida o regalándole una sonrisa a las personas que se encontraba en su camino. Así pues, el hombre decidió volver a hacer su pregunta por última ocasión a este amable anciano: “Dígame, buen hombre, ¿qué es lo que más desea en esta vida?”.

A lo cual, con firmeza y decisión, pero al mismo tiempo con calma y dulzura, sin ningún asomo de duda, el anciano contestó: “Amar profundamente a Cristo, parecerme más a Cristo y ser más como Cristo”.

La respuesta conmocionó profundamente al corazón del hombre, y se dio cuenta porqué ninguna de las respuestas anteriores le habían satisfecho: mientras que el resto de los deseos se enfocaban en cosas terrenales, tanto buenas como malas, el deseo del anciano era uno que trascendía la eternidad.

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