Hemos coincidido, en muchas ocasiones, que uno de los anhelos más grandes del ser humano, es alcanzar la felicidad. Por este anhelo -muchas veces desvirtuado por falsos valores- el hombre ha sido capaz de conquistar ciudades, construir grandes monumentos, atravesar océanos, acumular tesoros…pero al final sigue buscando
¿Qué cosa hay, pues, en esta vida que sea capaz de hacer feliz plenamente al hombre?
Un joven rico preguntó al Señor: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (Mc 10,17)...
Ya en esta pregunta se encierra la profunda realidad de la felicidad del hombre: No está aquí… no la podemos agotar en este mundo. A pesar de que tengamos riquezas materiales, afectivas, de poder. Al final nuestro corazón aspira a la eternidad, a una felicidad que no tiene fin, que es inagotable.
Sólo Dios puede llenar nuestros corazones, saciar nuestra sed y tranquilizar el alma. Sólo en Él podemos encontrar la respuesta adecuada a nuestras inquietudes y el consuelo a nuestro sufrimiento. Sólo en Él podemos reposar tranquilos, en verdadera paz… “como un niño en brazos de su madre…”, que se sabe amado, infinitamente amado.
Este anhelo de felicidad, encontrará su sentido y meta, en el encuentro personal con Jesús, Camino, Verdad y Vida. Dejando que sea Él quien le de plenitud a nuestro corazón y nuestra mente. Dejando que el “dulce nombre de Cristo” se repita en nuestros labios y espíritu a cada momento.
Que Dios te bendiga
Tu amigo Zurc0
Twitter: @Zurc0
