El domingo pasado se disputó la final del torneo de fútbol infantil El Doce (Córdoba, Argentina) entre los equipos del Colonia Caroya y el colegio Espíritu Santo.

Inesperadamente, durante el calentamiento previo al partido, el portero Uriel Cuitiño de 11 años, quien ya había sido nombrado como una de las grandes figuras del equipo Colonia Caroya por su desempeño en partidos anteriores, habló con su entrenador diciéndole: “Sentí un tirón en la parte de atrás de la pierna. No voy a poder jugar el partido, creo que estoy desgarrado”.

Así fue como el portero suplente Joaquín Maccio se tuvo que preparar para jugar en el partido más importante de la temporada, papel que se tomó muy enserio al atajar todo intento de gol. Finalmente, el Colonia Caroya ganó el partido 1-0. Sin embargo, la anécdota que se robó los corazones de los espectadores, ocurrió fuera de la cancha.

Y es que, no queriendo preocupar a sus papás, Uriel Cuitiño confesó en el medio tiempo que no tenía ninguna lesión. Detrás de su engaño se encontraba un acto de generosidad, pues quería darle a su compañero la oportunidad de jugar en una final.

"Yo en verdad no estaba lesionado. Pero como Joaquín no había atajado en la otra final y jugó poco en el torneo, yo quería que él pudiera jugarla. Por eso le dije al profe que estaba mal, pero en realidad estaba bien", dijo el pequeño guardameta, añadiendo que “ya había jugado toda la final anterior. Y con Joaquín somos compañeros en el equipo, pero no amigos de vernos todos los días. Incluso no debe saber que yo no estaba lesionado, se va a enterar ahora. Yo ya me sentía campeón. Yo sabía que íbamos a ganar igual, confiaba en mi equipo y en Maccio sobre todo”.

Un gesto que ha conmocionado a cuantos escuchan del asunto, especialmente al orgulloso padre de Uriel, quien comentó: “Él lo quiere mucho a su compañerito. Ellos al ser arqueros se entrenaban juntos. Por eso tomó esa decisión, eso dice mucho de él”.