
Un vendedor llega a un pueblo. Al principio nadie le hace caso hasta que mediante la mágia transforma los objetos cotideanos en cosas extraordinarias, pero al final... todo es solamente humo.
A mí, este cortometraje, me recuerda a la sociedad de consumo que siempre nos esta prometiendo algo mejor. Nos promete que con una cosa material vamos a ser felices, pero finalmente, esta es una felicidad es efímera, no dura. Y entonces... necesitamos una cosa nueva... y así, sin nunca terminar.
Y a veces por esas satisfacciones que sólo duran un instante estamos dispuestos a dar a cambio cosas de verdadero valor; como el tiempo de estar con nuestra familia y amigos. No digo que no disfrutemos de las cosas materiales, sólo que entendamos que la felicidad que nos brindan es limitada y les demos su verdadera dimensión.