La relación entre tecnología, ciencia y sociedad es algo conocido por todos nosotros, desde el arado como una de las más antiguas herramientas tecnológicas que cambió las sociedades, de nómadas a sedentarias, hasta los últimos avances del Internet y las comunicaciones que nos siguen transformando día a día.
La tecnología responde a las demandas sociales, aunque a veces no sea lo más benéfico para la sociedad, con un impacto claramente negativo, cuando es producto más del capricho ¨democrático¨ que del bien común, provocando, en algunos casos, graves males. Esto se da cuando surgen problemas triviales que separan a la persona de los objetivos realmente importantes de su vida. Por ejemplo, antes en los países desarrollados muchos se preocupaban de su familia, de su manutención y educación, ahora, al tener exceso de bienestar, sus preocupaciones están orientadas a necesidades superficiales, por ejemplo, hacia la provisión de televisores para cada miembro de la familia, lo que afecta la comunicación familiar y la misma educación. Incluso parece que el nivel de realización y de felicidad ha disminuido en comparación a épocas anteriores donde no se disponía de esta tecnología. Hay quien habla de que tenemos menos salud, al incluir en este rubro a las depresiones y problemas psicológicos.
Uno de los papeles más importantes de la tecnología es su colaboración en el destino de la humanidad, como por ejemplo, a través de la guerra, o por medio de la manipulación genética, áreas principalísimas de debate ético al respecto del futuro de la persona, la familia y la manera en que concebiremos estas realidades; ¿Serán realmente buenas para el ser humano?
El destino de la humanidad estará definido, no cabe duda, en gran parte por el uso que le demos a la tecnología; para su capricho y destrucción o para bien de la persona.