Un alma noble puede ennoblecer el trabajo más ordinario: el que dé un simple vaso de agua, por amor al Señor, recibirá su recompensa en el cielo (Mt 10,42) (Card. Van Thuan).
En el camino del «don de uno mismo» nada es mediocre: hasta el menor gesto en favor de los demás es un nuevo paso hacia el amor y una etapa más en el desarrollo de la persona (Card. Van Thuan).
Mons. Alfredo Ancel, obispo auxiliar de Lyon y superior general de los sacerdotes del Prado —congregación fundada por el Venerable Chévrier—, se hizo célebre por su actividad social en el mundo obrero: retiros sacerdotales y círculos de estudio, en los que su palabra profética era escuchada con avidez. Sus numerosos escritos son un reflejo de su vida, una vida repartida a medias entre sus herramientas de mecánico (martillos, alicates, arandelas y llaves) y sus ocupaciones pastorales. En 1963, apareció un libro con el título de ‘Cinco años con mis amigos obreros', en el que hablaba sobre su experiencia de obispo obrero.